Si experimentas síntomas de indigestión, náuseas, flatulencia insana o simplemente te sientes mal después de la mayoría de las comidas, aquí te explicamos cómo averiguar si tienes una sensibilidad o intolerancia alimentaria. Hoy en día, se diagnostica a más personas que nunca con enfermedades como la celiaquía. El aumento de la concienciación sobre esta enfermedad ha dado lugar a un mayor número de diagnósticos y tratamientos para aquellos que antes sólo sufrían sin saber por qué. Antes ni siquiera sabíamos que la gente podía tener intolerancia al gluten, un descubrimiento que también ha cambiado la vida de muchas personas. Haz este pequeño y simple cuestionario para saber si podrías sufrir una intolerancia a algún alimento particular:
En primer lugar, tienes que averiguar si tienes una alergia alimentaria en toda regla.
Una sensibilidad puede hacer que te sientas incómodo o causar una indigestión, pero una alergia puede poner en peligro tu vida. Ambas pueden causar náuseas, dolores de estómago, exceso de gases y fatiga, pero la urticaria, la inflamación de la garganta y el picor u hormigueo en los labios son señales de que estás teniendo una reacción alérgica. Los síntomas suelen ser inmediatos y pueden ser graves. Si crees que puedes tener una alergia, aléjate del alimento problemático y visita a un alergólogo para que te haga las pruebas cuanto antes.
Si no es una alergia, puede ser una «sensibilidad» o una «intolerancia», que parecen similares, pero son dos cosas diferentes.
Los síntomas de sensibilidad alimentaria suelen ser crónicos y afectan a entre el 20 y el 30 por ciento de la población. Las sensibilidades también se denominan a veces alergias alimentarias retardadas, porque también están mediadas por respuestas inmunitarias. Una intolerancia, en cambio, provoca síntomas similares, pero no implica una respuesta inmunitaria. En este caso, cuando se ingiere un alimento, no se digiere correctamente y comienza a fermentar dentro del intestino. El ejemplo más común es la intolerancia a la lactosa, que provoca síntomas como diarrea y gases por la incapacidad del organismo para digerirla correctamente. Aunque la razón por la que un alimento te produce molestias es diferente si eres sensible o intolerante, la solución es la misma: deja de comerlo.
Si crees que tienes una sensibilidad o una intolerancia, empieza a hacer un seguimiento de todo lo que comes.
Para saber qué está causando tus síntomas, empieza a llevar un diario de alimentos o un “registro de síntomas alimentarios». Anota todo lo que comes y cuándo se producen los síntomas. Luego, al cabo de una semana más o menos, busca correlaciones que puedan sugerir la causalidad. Pueden pasar hasta 72 horas antes de que se produzca una reacción, así que no puedes buscar sólo una reacción inmediata. Esto va a requerir un poco de trabajo de detective por tu parte, pero ser consciente de lo que estás comiendo y cómo te afecta es la clave para identificar una sensibilidad o intolerancia. Recuerda comprobar siempre la lista de ingredientes de cualquier alimento envasado que consumas. Y, en los restaurantes, asegúrate de preguntar por todos los ingredientes y averigua en qué se cocina tu comida.
Comienza una dieta de eliminación básica quitando todos los alimentos que crees que pueden estar causando problemas.
Una vez que hayas identificado el alimento o los alimentos que crees que te causan malestar, deja de comerlos. Escoge cuatro o cinco alimentos básicos que sepas con certeza que no son la causa de tus síntomas, y haz que esa sea tu dieta base durante las próximas dos semanas. ¿Por qué dos semanas? Ese es el tiempo que el cuerpo necesita para restablecerse. Si la intolerancia está en el tracto gastrointestinal, ocurrirá de inmediato. Pero una sensibilidad puede ser inmediata o retrasarse hasta 72 horas. Tu cuerpo también puede tardar unos días en adaptarse a un nuevo programa de alimentación. Si el registro de alimentos no te ha ayudado a reducir los síntomas, puedes intentar eliminar los alérgenos alimentarios más comunes: leche, huevos, pescado, crustáceos/mariscos, frutos secos, cacahuetes, trigo y soja. Sin embargo, es mejor si puedes reducir la lista, porque eliminar los ocho grupos de alimentos limita mucho lo que puedes comer.
También tendrás que dejar de beber alcohol y café.
Si quieres hacerlo bien, tienes que cortar el alcohol durante esta etapa de eliminación, dado que afecta a la integridad de tu intestino. Si estas sustancias están afectando a tu intestino, no tendrás una lectura clara de qué alimentos pueden estar causando reacciones similares. Lo ideal es dejar también la cafeína.
Después de dos semanas, empieza a añadir de nuevo cada alimento, uno a la vez.
Sigue haciéndolo hasta que encuentres uno que te cause síntomas. Si hay una reacción, elimínalo. Una vez que encuentre un alimento reactivo, espera tres días para que el sistema inmunitario se calme antes de intentar volver a añadir otro alimento. Elige un alimento (¿quizás el que más has echado de menos?) y empieza a comerlo de nuevo. Espera dos o tres días y, si los síntomas no reaparecen, vuelve a añadir el siguiente alimento.
Acude a un dietista si sigues teniendo problemas.
Algunas personas encuentran la solución rápidamente. Descubren enseguida que son intolerantes a la lactosa, dejan los lácteos y vuelven a sentirse bien. Para muchos otros, la solución requiere un trabajo de investigación más intenso y puede no resultar fácil. Lo importante es no rendirse si no se encuentra nada. Si tu dieta de eliminación casera no te da resultados sólidos, acude a un profesional. Un dietista titulado puede realizar un análisis más profundo para averiguar a qué eres sensible o intolerante, así que, si tu situación es más complicada, puede ser necesario recurrir a los profesionales para obtener finalmente algunas respuestas.