¿Alguna vez has tenido que tomar una decisión bajo presión e inmediatamente has sentido el estómago revuelto? ¿O has estado tan ansioso que has tenido que ir al baño más de la cuenta? Si es así, ya sabes cómo puede afectar el estrés y la ansiedad a tu sistema digestivo. Nuestro intestino está controlado en parte por el sistema nervioso central del cerebro y la médula espinal. De hecho, el sistema de nervios del intestino es tan influyente que algunos investigadores consideran que el intestino es un segundo cerebro. El sistema nervioso entérico, con sus 100 millones de células nerviosas que recubren el tracto gastrointestinal desde el esófago hasta el recto, regula procesos digestivos como:
- Tragar.
- Liberación de enzimas para descomponer los alimentos.
- Categorización de los alimentos.
El estrés y la ansiedad pueden influir significativamente en la forma en que el cuerpo lleva a cabo estos procesos.
¿Qué ocurre cuando el cuerpo está estresado?
Al presentarse una situación potencialmente amenazante, el sistema nervioso simpático responde desencadenando una «respuesta de lucha o huida», liberando la hormona del estrés cortisol para que el cuerpo esté alerta y preparado para afrontar la amenaza. El estrés y la ansiedad provocan cambios fisiológicos, como un mayor estado de alerta, aceleración de la respiración y del ritmo cardíaco, elevación de la presión arterial, aumento del colesterol en sangre e incremento de la tensión muscular. Cuando el estrés activa la respuesta de huida, puede afectar al sistema digestivo de la siguiente manera:
- Espasmos en el esófago.
- Aumentar el ácido en el estómago, lo que provoca indigestión.
- Náuseas.
- Diarrea o estreñimiento.
En los casos más graves, el estrés puede provocar una disminución del flujo sanguíneo y del oxígeno en el estómago, lo que podría provocar calambres, inflamación o un desequilibrio de las bacterias intestinales.
4 formas de gestionar el estrés
Existen formas psicológicas y físicas de controlar el estrés y la ansiedad. Pero la misma técnica para aliviar el estrés puede no funcionar para todo el mundo. Aquí tienes cuatro opciones que puedes probar:
- Hacer ejercicio con regularidad. La actividad física alivia la tensión y estimula la liberación de unas sustancias químicas en el cerebro llamadas endorfinas, que actúan como analgésicos naturales. Las endorfinas mejoran el sueño, lo que puede ayudar a aliviar el estrés.
- Yoga. Esta práctica de mente y cuerpo combina posturas físicas con técnicas de respiración y meditación.
- Meditación. Aunque el objetivo de la meditación no es la reducción del estrés, éste es un efecto secundario de esta práctica.
- Desarrollar habilidades de gestión del tiempo. Una parte importante de la reducción del estrés es el autocuidado. Para muchos, esto implica gestionar el tiempo de la forma más eficaz posible.