En nuestro intestino vive un ecosistema formado principalmente por bacterias que realizan una serie de funciones esenciales para la salud digestiva y general. Se trata de nuestra microbiota intestinal, y sus funciones mejoran con el ejercicio y la actividad física.
La diversidad microbiana es esencial para la salud
El microbioma influye en la nutrición, el metabolismo y el funcionamiento del sistema inmunitario, entre otras muchas cosas, incluido el cerebro humano. Por ello, no es de extrañar que el ejercicio físico tenga un impacto positivo en nuestra microbiota. La diversidad es un parámetro clave para medir la salud del microbioma, y este ecosistema está formado por cientos de especies. Un perfil de microbiota diverso se asocia a una mayor producción de vitaminas y de ácidos grasos de cadena corta (AGCC), al metabolismo de la fibra alimentaria e incluso a una mayor protección contra las enfermedades. Por otro lado, existe una palabra para designar un ecosistema pobre o desequilibrado que no puede hacer adecuadamente su trabajo. Se llama disbiosis. Cuando la disbiosis afecta al intestino, las comunidades de bacterias beneficiosas y benignas que suelen componer la microbiota se ven alteradas, lo que provoca síntomas y afecciones digestivas.
¿Qué puede hacer el ejercicio para mejorar nuestra microbiota?
El ejercicio aporta una serie de beneficios para nuestra microbiota intestinal. Está relacionado con el aumento del número de especies microbianas beneficiosas y con el enriquecimiento de la diversidad microbiana, así como con la mejora de la síntesis de ácidos grasos de cadena corta y del metabolismo de los carbohidratos. Entre los beneficios más destacados del deporte a nuestra microbiota, se encuentran:
- Producción de aminoácidos, componentes esenciales de las células.
- Biosíntesis de antibióticos, que favorece el funcionamiento del sistema inmunitario.
- Asimilación de los carbohidratos, que proporciona combustible para el cuerpo.
En resumen, se ha demostrado que el ejercicio físico proporciona una mejora tangible para varios marcadores asociados con el rendimiento y la salud, especialmente en lo que respecta a los tipos de bacterias beneficiosas y sus funciones.
¿Qué deportes pueden favorecer tu microbiota?
La actividad física se divide en dos categorías: fuerza y resistencia, que están determinadas por la forma en que el cuerpo produce energía para alimentar su rendimiento. Los deportes de fuerza requieren un esfuerzo de alta intensidad, como el levantamiento de pesas, el sprint y el boxeo. Estos deportes desarrollan la masa muscular ejercitando las vías anaeróbicas de tus células. Esto significa que tus músculos utilizan sus limitadas reservas de glucógeno para crear ATP (el combustible de tus músculos) sin utilizar oxígeno. Esto difiere de los deportes de resistencia, que permiten al cuerpo realizar ejercicios a menor intensidad pero durante periodos mucho más largos, como las carreras de larga distancia, el ciclismo y el esquí. Estas actividades se consideran aeróbicas, porque los músculos utilizan el oxígeno para transformar las grasas y los azúcares en ATP como combustible. Los estudios indican que el ejercicio aeróbico, comúnmente conocido como cardio, tiene beneficios para tu microbiota, tanto en términos de aumento de la abundancia de bacterias beneficiosas como de diversidad general. El cardio consiste en ir a lo largo y a lo ancho, asegurando el suministro de oxígeno a tus músculos para que puedan crear combustible (ATP). Esto incluye cualquier ejercicio que aumente tu ritmo cardíaco y lo mantenga durante un periodo prolongado de tiempo. Caminar, correr, bailar, montar en bicicleta, la máquina elíptica y el remo del gimnasio son ejemplos de ejercicios de cardio. Sin embargo, la intensidad y la duración de su entrenamiento variarán en función de tu nivel de condición física general.